Aquí y ahora
¿Te ha ocurrido que un día que, al levantar la mirada, descubres un edificio que no sabías ni que existía cuando has pasado por delante millones de veces? ¿Alguna vez te has dado cuenta de que reaccionas ante ciertas situaciones de manera automática, sin pensar, y eso te ha traído problemas? A veces sucede que estamos tan ensimismados en nuestros pensamientos que simplemente no nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor (¡y ocurren cosas!).
Es importante disfrutar del momento y ser conscientes de las cosas. Puede pasarnos que, estamos siempre tan ocupados que no disfrutamos de las experiencias de la vida. Para evitarlo, intenta que tus decisiones sean acordes con la persona que eres realmente aquí y ahora, y aparta los pensamientos que te impidan ser eficiente con lo que estás haciendo. Sobre todo para estar más en paz contigo mismo. Estar anclado en el pasado de una manera recurrente nos puede llevar hacia estados depresivos, mientras que estar pensando y anticipando de forma continua el futuro puede llevarnos hacia estados ansiosos. Y os preguntaréis, ¿eso cómo lo hago?
Existe una práctica llamada Atención Plena, más comúnmente conocida como Mindfulness, que nos ayuda a tomar conciencia de la experiencia que estamos viviendo en el aquí y ahora. Mindfulness es el proceso de observar de forma activa los cambios. De esta manera logramos situarnos en el presente y hacernos más sensibles al entorno desde otra perspectiva distinta a la habitual. En este proceso es clave la implicación, puesto que si no estamos implicados no se producirá cambio alguno.
Puede ayudarnos a empezar a ser conscientes de cómo nos movemos, cómo respiramos, cómo es el entorno que nos rodea y, lo más importante (y difícil), cómo nos sentimos física y emocionalmente y cómo reaccionamos o respondemos ante las situaciones que se nos plantean en el día a día. Lo que suele suceder es que tenemos respuestas automáticas aprendidas que nos hacen responder de una determinada manera sobre las situaciones y no nos permiten prestar atención sobre cómo nos sentimos, lo que necesitamos, o qué respuesta nos va a beneficiar en ese momento. Por desgracia, a mucha gente le estresa pensar que de esta manera debemos estar atentos al cien por cien y sin descanso, lo que sería agotador y estresante. La realidad, sin embargo, es que este proceso es capaz de generar mucha energía al mismo tiempo que la ahorra. Si lo pensamos bien, resulta mucho más estresante emitir de forma continua juicios negativos de forma automática y la preocupación que se genera ante la perspectiva de que nos vamos a encontrar con problemas que no vamos a ser capaces de resolver.
Esta práctica que hoy en día podéis aprender no solo con un psicólogo o psicóloga, sino en un montón de centros dedicados específicamente a ello (eso sí, aseguraos de que son profesionales formados y de calidad), nos puede ayudar a generar mucha más sensibilidad para el proceso de reacción y a generar muchas más posibilidades de elección a la hora de tomar decisiones. También es posible que haya cosas que no podemos cambiar, como el dolor, una muerte u otra circunstancia difícil, pero lo que si podemos hacer es darnos cuenta de cómo reaccionamos y desarrollar estrategias para cambiar la relación que tenemos con nuestras circunstancias. En estos casos puede resultar útil observarnos sin emitir ningún juicio ni intentar cambiar las cosas, sino simplemente ser conscientes de lo que está pasando.